sábado, 6 de diciembre de 2008

Quise ser corresponsal y me quedé en maestra.

Desde pequeña, siempre quise dedicarme a la información y comunicación. Recuerdo las mañanas de domingo leyendo el periódico -siempre empezando desde la contraportada- cuando el Heraldo era tan grande que era casi imposible manejarlo. Y no tenía más de ocho años.

Pero fue cuando empecé a ver Informe Semanal, con la canción de Chiquitita todavía, cuando la fascinación por los reporteros, corresponsales, etc me golpeó de lleno. Y con ese programa aprendí tanto que cuando tengo ocasión, aún lo veo. Tenía diez años cuando vi la erupción del Nevado del Ruiz y a Omaira ahogándose poco a poco en directo. Vi también la muerte de Ceaucescu, la caída del muro, la plaza Tiananmen... pero no sólo eso. Veía a personas que trabajaban para que eso llegase a nuestras casas. Algunas se deplazaban sólo para cubrir el acontecimiento (enviados especiales) y otros me los encontraba siempre en la misma ciudad (corresponsales). Y poco a poco me fui enterando de lo que era aquello. Los años 80 me descubrieron a la mejor corresponsal y enviada especial que he visto en mi vida: Rosa María Calaf.

Llegaron los 90 y se puso de moda ser corresponsal de guerra. Cualquiera, en un momento dado se sintió apasionada por aquello. Pero después, estudiándolo fríamente... El año que estuve en Guinea, me iba a Radio África 2000 a leer los teletipos de la agencia Efe. Disfrutaba como una enana. Incluso cubrí el evento (familiarmente hablando) de la visita de González a Malabo, grabando su discurso a 4 metros de él con un pin identificativo de Tve. ¡Cómo me gustaba aquello!

Al final, la vida da muchas vueltas. Recuerdo que me faltaron dos centésimas para entrar en la Complutense y mis padres no me dejaron ir a otros lugares donde la nota sí me daba. Entré en una Escuela de Comunicación en el 93 que pertenecía al Opus... Me fui, claro, porque idiota no soy y eso era una secta muy cara. También pensaba que era una injusticia que en una ciudad como Zaragoza no existiese la Facultad de Información. Nos decían que pronto llegaría y han tenido que pasar 15 años -si no más- para que fuese realidad. Tenemos periodismo ya en Zaragoza, pero sólo estudiando por lo privado.

Ahora, a Rosa María Calaf la jubilan. Se acoge al Ere y deja la corresponsalía de Asia-Pacífico. Y a mi querida Rosa Molló la trasladan de NY a Pekín... Y hay otros grandes corresponsales, no solo de Tve, que me recuerdan día a día que yo quise dedicarme a ello. De momento me conformo con comentar en los blogs de éstas y otras personas que nos traen noticias desde cualquier punto del mundo. Quizás llegue un día en que lo piense mejor, guarde el título de maestra y quiera estudiar para llegar a ser eso. Quizás, claro.

3 comentarios:

  1. Si le digo que yo también admiro y envidio a los corresponsales ¿qué me diría?
    Siempre que escucho a alguno en la tele me hago un montón de preguntas. Si tendrá familia, si estarán con él/ella, si la casa será alquilada (¿pagada por la tele?) o ya en propiedad.

    Me pregunto cómo es la vida de alguien que sale de su tierra natal para involucrarse en la vida diaria de otro continente, de otra cultura y qué maravillosa sensación la de estar allí cuando ocurren las cosas y poderlo contar.

    Al menos usted se quedó en maestra, yo aún ando averiguando en qué me quedé...

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  2. Yo quise ser corresponsal y me quedé en periodista. Parece que está más cerca pero no te creas, no conozco a ninguno ni sé lo que hay que hacer para irse ahí. Lo que sé es que es dificil encontrar a alguien que respete que el día de su cumpleaños tienes cierre y no puedes celebrarlo, o que has olvidado llamarle porque estabas en una rueda de prensa o que haya noches que no puedas dormir porque tienes una redacción impecable en la cabeza... eso sí lo sé...

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