lunes, 20 de octubre de 2014

AUSENCIA ORDENADA









La música sonaba en el gramófono, impertérrita, como una suave brisa. Una bruma sobrevolaba la habitación, apenas se distinguían los detalles… Un viejo escritorio de madera, con su máquina de escribir, la cama a un lado y un armario destartalado. En el fondo, unas cortinas corridas y una silla que no estaba en su sitio.  Desorden, todo esencialmente desordenado, pero no sucio. Parecía un desorden ordenadamente colocado. Y en la Olivetti una hoja a medio escribir.

Abrió la puerta de golpe, sin esperar a que nadie le respondiera. Olía a quemado. De repente vio cómo la hoja de la Olivetti se iba chamuscando y arrugando mientras un rayo de sol atravesaba la ventana. El fuego avanzaba muy lentamente. Se sentó en la cama y lloró, pero no sabía muy bien por qué. ¿Porque la habían abandonado o porque el olor le irritaba los ojos? Por segunda vez en su vida lloraba y no sabía la razón. Sí, se había ido, pero era un abandono esperado. Pensó también en su hija fallecida y lloró todavía más. De repente, se levantó, apagó la llama, abrió la ventana y ordenó la habitación. Al menos el caos no se apoderaría de ella.


P.N.T.

sábado, 12 de julio de 2014

Carta a una amiga.






Hola Solete:

Ya hace una semana que te fuiste y aún no lo he asimilado del todo. Sigo mirando tu móvil para ver si te conectas y estás bien, pero ya no estás tú al otro lado del teléfono. Te lloro.

Parece mentira. Ya han pasado casi veinte años desde que nos encontramos a las puertas del pabellón, con nuestras caras de pardillas  y sin saber muy bien en qué iba a consistir estudiar una carrera. Y nos conocimos. Tuve suerte de toparme contigo, con Raquel, con Rut y con Mamen. Luego nos seguimos topando con gente, con buena gente. ¡Y qué bien lo pasamos!

Tengo muchísimos recuerdos de aquella época. Me encantaba pasar tiempo contigo. Siempre he dicho que yo saqué la carrera gracias a que os tuve a Rut y a ti como guías. Si no, me habría perdido fijo. Rut y Nines, las personas más optimistas y vitalistas que he conocido. Tuve suerte.

Soñábamos despiertas. Queríamos montar una granja escuela porque ya entonces aquél sistema educativo nos chirriaba. Nos movilizábamos por mejorar el sistema de estudios, por mejorar la educación... Apenas éramos cuatro y eso nos enfadaba, pero eso no nos derrumbaba. Y tú fumabas. Y corrías. Y sonreías. Y estudiabas. Y salías. Tenías tiempo para todo, porque siempre fuiste muy organizada.

Recuerdo los largos días de biblioteca y nuestras salidas por el Royo. ¡Cómo se notaba que eras corredora de fondo! ¡Qué aguante para todo! Ese espíritu de sacrificio, que tuviste hasta el final, yo lo envidiaba.

Terminamos magisterio y te fuiste pronto a Canfranc. Tu querido Pirineo.  Te gustaba perderte, literalmente. Pero seguías bajando para Nochebuena. Y nos veíamos. Y parecía que no había pasado ni un día. ¡Esa sonrisa tuya!

Y luego vinieron las oposiciones... Pero sobre todo recuerdo cuando caíste enferma. La primera visita al hospital fue dura para todas, pero ahí estabas tú, preguntando qué tal de lo mío y diciendo que lo tuyo no era nada.  Y desapareciste porque necesitabas tu refugio y a Manolo, tu chico. Y recaíste y casi ni nos enteramos. Y me casé sin poder localizarte y eso nos dio pena a las dos. Te habría encantado estar allí, lo sé porque me lo dijiste y porque tú siempre me apoyabas en todas mis decisiones.

Hablábamos por teléfono. Charlas esporádicas pero que no querías que terminaran. Y siempre tenía que colgar yo. No te gustaban las despedidas. Éramos como los novios primerizos, con eso de "cuelga tú, no tú",  por teléfono. Yo me reía.

Y en el momento más duro viniste. Cuando te vi llegar al tanatorio para despedir a mi madre me emocioné tanto. Estabas preciosa y pude presentarte a Maribel. ¡Y os encantasteis, cómo no! Lo pasamos muy bien a pesar del momento. Eras feliz, se te veía tranquila y feliz. Con tu Manolico y tu familia, como siempre.

Algo más de siete meses. Más de siete meses sabiendo que esta última recaída iba a ser la definitiva. Me enteré antes de Nochebuena, por casualidad. No sé si las casualidades existen...

Luchaste como una jabata, con el sacrificio de un deportista, ya ves, ese sacrificio que yo envidiaba, qué tontería. Amabas tanto la vida, amabas tanto a los tuyos que te resistías a dejarlos tirados, porque tú nunca abandonabas. Pero a veces la vida es muy puta. Cuando nos despedimos en el hospital, sabíamos que no nos íbamos a ver más porque yo me iba...  Pero ahí estabas, con tu sonda "snorkel" y sonriendo. Y obligándonos a hablar, porque los silencios se hacían duros. Pudimos decirte "te quiero" a la cara, como antaño, aun sabiendo que era el último que te íbamos a decir.

Esta vez colgaste tú antes el teléfono. Te quedaste sin línea. Nos dejaste llenos de amor pero muy vacíos. Porque tú lo llenabas todo sólo con tu presencia. La ausente que siempre estaba ya no está. ¡Cómo duele!

Cariñico, no tengo ni idea de dónde andas. En nuestros corazones seguro. Pero no sé nada más. Eres otro faro que me guía. Y tengo suerte. Eres el faro más luminoso. Me enorgullece haberte querido. Nos enorgullece a todos haber formado parte de una persona tan especial.

Te quiero.