No, no eran las cinco de la tarde, nos dejaste dos horas
antes. Y no te mató un toro, como el poema de Lorca que tanto adorabas, sino el
dragón de San Jorge. No pudo ser, mami, no pudo ser... La persona más
fuerte y vitalista que he conocido, sedujo al dragón y se fue con él.
Te fuiste con una sonrisa picarona, como sólo tú sabías
sonreír. Un regalo para el final. Te marchaste sabiéndote querida por todos,
recibiendo besos, sonrisas y caricias. Y no te quejaste, aún sabiendo que eran
los últimos momentos y el dolor era muy fuerte. Nos dejaste con dignidad, igual
que viviste.
La mujer de las mil vidas, la artista, la cuasi madrileña
castiza. ¡Genio y figura! Chula pero con gracia, tanto en las maneras como en
las formas. Has mirado a la muerte como miraste a la vida, cara a cara y con
determinación.
Hábil con las manos, inteligente, artista... Tú no decías
"te quiero", el amor lo demostrabas con tus manos. Con tus comidas, con tus vestidos,
con tus cuadros, con tu música... Eras tan inteligente y fuerte que lograste
que tu cuerpo se buscase la vida casi 10 años, para salir de cada
traspiés. Esta vez, tu maltrecho cuerpo ganó a las ganas. Pero antes, sabia tú,
quisiste arreglar cuentas con todos y tuviste una palabra, un gesto,
para cada uno de tus seres queridos.
Cada vez que vayamos al teatro, cada vez que veamos una
pintura bonita, cada vez que escuchemos un piano o una zarzuela... Cada vez que
comamos bien... Siempre te vamos a recordar por estos pequeños detalles. Ya
sabes que para los grandes no habrá consuelo, nuestro corazón se romperá un
poquito.
Tu marido, tus hijos, tus nietos, tus hermanos, tus
sobrinos, tus primos, tus tías, tus amigos, Ara... Todos te echamos ya de menos
y no olvidaremos que fuiste una mujer luchadora, adelantada a tu tiempo,
independiente y muy digna. Gracias por los “te quiero” que no escatimaste en el
último momento.
No fue a las cinco de la tarde... No pudo ser. No había
ningún toro, sólo la inevitable muerte. Y sí, se pararon los relojes y se
nos paró la vida un instante. No eran las cinco de la tarde y no te mató
un toro, te mató la vida. Pero el dolor es el mismo y aunque sigamos leyendo en Navidad "Llanto por Ignacio Sánchez Mejías" nadie, nunca, lo recitará como tú lo hacías.
Mil besos, mami. Te queremos.