miércoles, 4 de marzo de 2009

La Ley del Rey Destronado

Cuando despertó oyó gritos e insultos. Era un nuevo día en casa de los Mc Dreams y todos estaban ya en marcha. Los trabajadores de su padre campaban a sus anchas en la casa familiar, mientras ella se preparaba para ir al colegio. Se llamaba Laila, tenía varios hermanos, un padre “empresario”, una madre de buena familia… Eran una familia obrera, pero acomodada.

Sucedían los días, los meses y los años. La dinámica siempre era la misma. Laila se despertaba exaltada por el vocerío, se arreglaba y se iba a clase. En el colegio era feliz porque no tenía que estar en casa. En casa, la jerarquía era muy clara. Un Rey absolutista, una Reina permisiva con el Rey y unos hijos, tratados según como le venía en gana a los Reyes. Laila siempre dudó pertenecer a aquella familia. Las evidencias mostraban lo contrario, era clavada a sus hermanos, pero siempre se sintió demasiado diferente. El Rey no la trataba como a otros, siempre terminaba siendo la herida y no se explicaba muy bien porqué. Era muy niña todavía.

Los problemas eran habituales en casa de los Mc Dreams. Los hermanos jugaban, discutían, se peleaban… Todo iba bien mientras no hicieran de las suyas y los Reyes no vigilaran. Si les pillaban en alguna travesura o se mofaban de la preferida de la casa, la Ley era implacable con algunos. Azote y a la habitación, mientras otros, es de suponer que los más listos, salían siempre de rositas en los asuntos domésticos. Era una Ley un poco extraña, según pensaba ella. No había normas fijas. Se incumplía cuando al Rey le apetecía, no había un libro que las recogiese todas, para poder cambiar las cosas.

Cuando Laila fue creciendo, los problemas se fueron acuciando. Los “negocios” del Rey iban mal, la relación con la Reina empeoraba y todo eran despropósitos dentro de la organización familiar. El dinero desaparecía, así como los coches y el desahogo familiar. Eso provocaba la ira del Rey y le obligaba a realizar operaciones cada vez más descabelladas. La Reina, ciega durante mucho tiempo, abría los ojos al ver que el dinero no llegaba a su bolsillo. Laila, en plena pubertad, se enteraba de demasiadas cosas, ya que los gritos y las peleas eran cada vez más normales. A veces, si se rebelaba ante situaciones injustas, la Ley del Rey podía con ella. En ocasiones, cuando veía que la Ley iba a por ella huía, pero siempre volvía a casa.

Durante un año, Laila se trasladó a vivir fuera. Fue sin duda el mejor año de su vida. Y aunque sabía que en casa de los Mc Dreams todo empeoraba, ella se sentía a miles de kilómetros del corazón familiar. El cataclismo se produjo ese año y cuando Laila regresó, llevaba el desamparo por bandera. Se encontró viviendo con un Rey sin corona, pero más altivo que cuando la llevaba. Empezó a conocérsele como el rey destronado, aunque Laila no tendría posibilidad de destronarlo hasta pasados unos años.

Un día, el rey se marchó. Sus hijos respiraron aliviados a pesar de que sólo dejaba deudas y ningún dinero. Al cabo de los meses volvió con la Ley en la mano y en la espada. La familia vivió temporadas críticas, sin teléfono, sin luz… Hasta que un día la Reina claudicó y regresó a casa. Los hijos se fueron marchando lejos, tan lejos como podían. Pero los más pequeños, Laila entre ellos, tuvieron que quedarse.

Laila pasó años viendo cómo la Ley la azotaba en los momentos más inoportunos. Comenzó un peregrinaje que no siempre la llevó a los lugares más correctos en su mente, pero poco a poco fue destronando a su Rey. El dolor se reflejaba en su cuerpo, pero también la esperanza. La salud del rey se resentía y su Ley no podía ser aplicada. Laila destrozó la corona un día, pero en ocasiones el rey aún cree llevarla puesta.

Hace unos días, Laila tuvo que regresar a casa de los Mc Dreams. No aguantó mucho tiempo, ya que el rey ilegítimo quiso imponerse por la fuerza. Laila regresó a un lugar donde ella es por fin una Reina. Sin más pretensión que intentar ser feliz, pero es la Reina de su casa. No tiene previsto ver más al rey destronado. Por fin ha comprendido que se destronó solito hace tantos años que ya nadie se acuerda. Laila es una Reina con una gran coraza. Y sólo se la quitará para que la disfruten aquellos que lo merezcan.

Este cuento va dedicado a todos los que un día tuvieron que destronar a un Rey y ahora intentan ser felices.

9 comentarios:

  1. Pobrecitas las Lailas que en el mundo han sido.

    A veces el problema no ha sido un Rey inconsecuente y caprichoso en su tiranía. En algunos reinos quien ejercía el poder era una Reina Madre más parecida a una madrastra, que se miraba constantemente en el espejo de su narcisismo y se alimentaba de la desacreditación de los que tenía al lado. En esos casos el Rey consorte, vista su incapacidad de contentar a la tirana, dimitía de la vida, dejando en primera línea de tiro a la Princesa. Así la tirana intentaba hacer crecer su mísera humanidad declarando or decreto ley la inutilidad, fealdad y poca valía de su Laila, y aún lo sigue intentando.

    Ésta Laila a la que me refiero decidió cambiar de aires muy pronto, pero como era inexperta, no sabía que primero hay que aprender a estar sola para tomar distancia y asimilar la enseñanza que te da la vida, y sin querer se vió envuelta en otros conflictos de difícil solución.

    LLeva puesta una coraza que con los años ha ido haciéndose más permeable y flexible, porque sabe que, las corazas, además de proteger, enclaustran, imposibilitan el movimiento, hacen que seas más rígido y que se pierdan ocasiones de dejarse empapar por la lluvia del placer.
    Le gustaría decir que ha perdido el miedo, pero no es verdad. Ha de ser honesta.

    Y aún así, sabe que la última solución pasa por destronar al reyezuelo en el propio corazón. La coraza no ayuda a dejarlo marchar.
    Espera ser capaz, algun día, de dar el golpe de Estado del perdón, para liberar por fín a su corazón.

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  2. Destronar a los reyes déspotas del corazón es lo más complicado de todo. Porque no dije que estos reyes se alimentan desacreditando y anulando a las Lailas del mundo y eso las deja con el corazón muy marcado. Con unas marcas que generalmente no se superan en la vida. Supongo que todas las Lailas tienen que aprender a destronar a los reyes en todos los ámbitos de la vida diaria. Pero es algo muy fácil de decir, pero infinitamente complicado de cumplir.
    Un besico y un abrazo, éste más terapéutico que nunca.

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  3. Un cuento precioso, duro y precioso.

    Tienes razón en que es muy fácil destronar a esos reyezuelos de boquilla... pero muy complicado en la práctica. Porque no sólo se trata de ganar a alguien, de superarle... se trata también de olvidarle; la victoria, si no se produce también en la mente de Laila, pierde valor, queda incompleta.

    Aún así, yo me quito el sombrero ante todas las Lailas que tienen la valentía de intentarlo. Me quito el sombrero ante las que lo consiguen completamente y las que lo logran a medias también.

    Desatar lazos naturales es una quimera casi imposible de conseguir. Aún cuando sea necesario.

    Un beso, Corde. Espero que tu muñeca vaya mejor ya. Aún así, cuídala bien. No nos gustaría que nos privases de tus escritos durante demasiado tiempo.

    Chao.

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  4. Mi rey destronado perdió la batalla a la vida siendo joven. Su reina creó una coraza dura y amarga, una lo suficientemente impenetrable y egoista para poder sobrevivir.
    Los príncipes buscaron algodones que los mimaran, pilares a los que atarse y suelo que no se hundiera. A veces cuando se saben pequeñitos todavía buscan los clavos para aferrarse; o tal vez esa necesidad de buscarlos,les hace sentir pequeñitos.Parece que algo en el fondo los hace sentirse incompletos.
    Han podido perdonar con la cabeza, pero no con el corazón. Siguen buceando en él buscando los "paraisos perdidos"; con la esperanza que la vida no les haga librar pronto la batalla de sus Reyes.

    suzannevega

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  5. ¿Coincidencias con la realidad? No. Eso sucede muy seguido. Un gusto leerte. La lectura en verdad es muy buena. Te felicito.

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  6. Hola!

    Muchas gracias por pasarte por mi blog de David, me ha emocionado mucho tu comentario :)

    Me hace muy feliz que mis palabras te lleguen y lleguen a los demás, para mi escribir es otra manera de vivir la vida!

    Te pongo mi otro blog donde he puesto mis escritos. Hace mucho tiempo que no lo actualizo, porque ahora estoy liada con el otro de David. Pero bueno ahí verás mis principales escritos. Para entrar en él pincha en mi nombre y ya esta :)

    Un beso fuerte! Y sigue con tu blog que me gusta mucho!

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  7. Julien, ya sabes que los cuentos no siempre son pura felicidad. Tienes razón, las Lailas tienen mérito porque se enfrentan a sus reyes opresores, aunque su corazón quede roto por siempre.
    Un abrazo.
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    Suzz, querida. Los príncipes sobreviven a la coraza de la reina, pero para mí no son pequeños, no lo pueden ser. Ser no es lo mismo que sentir Y han de romper esa barrera. Buscar en "paraísos perdidos" no siempre es negativo. Puede que en uno de ellos encuentren su verdad.
    Un besico muy gordo.
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    Gracias Salvador. Los cuentos es lo que tienen. Pueden ser reales o no, porque las vidas son contadas y los cuentos son vidas.
    Un saludo allende los mares.
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    Rosa, querida. Prometo visitar a conciencia tu blog. De momento, lo que he leído me gusta.
    Un besico.
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    Este domingo ha sido también el día de las Lailas. Mujeres que luchan por conseguir tener los mismos derechos que los demás. Mujeres que cada día tratan de demostrar más que ninguna otra persona, que a pesar de todo, no son muñecas rotas.

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  8. Precioso Corde, precioso.

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  9. La verdad es que me ha dejado usted varada y pensativa (más de lo que ya estoy normalmente). Un cuento con final feliz se merece muchos cuentos felices.

    Yo tb espero que todas las Lailas corten sus cadenas y se atrevan a ir allí donde quieran, pasando por encima de prejuicios y tensiones.

    Así sea por siempre.

    Bonito cuento.

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