
Hospital Miguel Servet
Cada uno se plantea las vacaciones como puede, pero hay veces que los planteamientos pasan a ser quimeras en un horizonte muy lejano.
Este año parecía que iba a haber un poco de todo. Nuestras posibilidades eran limitadas, pero algo iba a caer. Claro que no contábamos con los hospitales. Yo, que estoy acostumbrada a lidiar por esos campos, me hice una pequeña ilusión... craso error.
El sábado 18 (día del alzamiento nacional, ejem) dieron el alta a mi madre, así que planeamos unos días tranquilos en la costa dorada. Pero el domingo todo se complicó y el lunes ya estábamos en Mataró porque el hermano de mi pareja estaba muy malito. Como aún no estoy muy integrada en la familia política, un día dormí en Sabadell, otro en Premià, otro en Cambrils... Tras luchar durante tres días como un jabato, F. falleció y tras un funeral impersonal que no merecía en Mataró, nos volvimos a Cambrils. Este fin de semana mi padre se cayó en Mañolandia y desde entonces está en cama sin poder moverse para nada. Y ayer tuvimos que volver con mi madre y llevarla a urgencias -lugar que conozco como la palma de mi mano-. Y ahí se va a quedar un tiempo, en el hospital de siempre. No tardó ni 10 días en volver, algo que pasa constantemente desde el mes de febrero.
Y así estamos. Otro verano de disfrute y jolgorio... y ya van unos cuantos. Y si al menos el turismo hospitalario me sacase de Zaragoza (atención: sarcasmo puro y duro), tendría nuevos parajes que descubrir, pero con mi familia no nos da ni para eso.
Y ahora en serio, llevamos unos días muy duros y tanto el cuerpo como el alma comienzan a resentirse. Sólo pido que no vaya la cosa a más, que nos cuidemos entre todos para que nadie más caiga enfermo... ¡Qué narices, quien diga que la salud no es lo primordial en la vida es que es idiota!
Esta canción va dedicada con todo mi corazón a F. Seguro que le hubiese encantado.