
Cuando estamos en esos días dentro del ciclo vital de las mujeres, esos días en que las hormonas se vuelven locas, deberíamos no tener que acudir a trabajar, ni tomar decisiones importantes... y mucho menos hablar de sentimientos. Como yo soy algo suicida y no voy a currar porque estoy de baja y ya he tomado decisiones importantes hace tiempo, voy a hablar de los sentimientos que hacen que mi corazón palpite más irregular de lo normal, para variar.
En primavera siempre me pasa lo mismo. No sé por qué exactamente, pero mi ansiedad aumenta un 200% -que ya es-. Este año, yo que en el fondo soy una optimista reconvertida, pensaba que con el amor todo iba a cambiar. Es verdad que casi todo ha cambiado, pero mi ansiedad primaveral me tiene más cariño que un gato a un ovillo de lana y esta primavera no se la quería perder tampoco.
Hoy por ejemplo, me ha entrado una tristeza enorme cuando he hablado con mi hermano y me ha dicho que ha tenido que sacrificar a Aly, su perra. Nunca había oído sollozar a mi hermano mayor y por supuesto se me han escapado unas lagrimillas. Me hace recordar lo que viví en su momento con mi perra Inka y la verdad, escuchar a alguien llorar y no poder abrazarle y decirle que entiendes que un perro es alguien de la familia, pues se me hace duro. Y ni siquiera he podido desconectar para echarme una siesta.
Ese hecho en concreto tiene su importancia, pero lo de echarme unos lloros desconsolados porque se ha muerto Samaranch, la verdad es que no tiene nombre. Sí, soy especialmente sensible con lo que sucede en el plano deportivo. Tengo alma de deportista y cuando sucede algo de envergadura me emociono. Dicen que soy rara y doy fe que al menos cuando me pasan estas cosas, hasta yo me lo creo.
Pero en realidad no soy tonta. Sé que desde que mi pareja hizo un viaje de ida y vuelta, de esos que no terminan como querríamos, estoy bastante más alterada. Sé que ella lo pasa muy mal y que debo estar ahí, sujetando todo con hilos para que no se rompa. Todos somos frágiles con determinados temas y yo debo ser la fuerte, puesto que a mí me toca de manera más indirecta. Pero cuando ya llevas un tiempo compartiendo la vida con una persona, sus problemas son los tuyos y viceversa. Y resulta que tu cuerpo dice que es la hora de dejarse ir,de no contenerse más y que salga el sol por donde quiera. Y si eso pasa, te da por llorar porque Bustamante se deshace en elogios ante su hija (Busta no me importa, la verdad); lloras porque Samaranch ha fallecido (y eso que el hombre fue de Falange); lloras porque la peli de risa tiene un momento romántico; lloras porque tu hermano se ha quedado sin la niña de sus ojos. Lloras por un montón de cosas, aunque lo que de verdad te apetece hacer es hablar con ellas y darles un abrazo. Susurrarles que entiendes todas las posturas, que sabes que ellas también sufren y decirles que su madre las quiere más que a nada en el mundo y que necesita una oportunidad para empezar de nuevo. Porque somos lo que fuimos ayer, pero sobre todo somos lo que somos hoy y lo que seremos mañana.